La Gran Retirada Rusa.

  El frente oriental se había mantenido prácticamente tranquilo desde la batalla de Lódz en diciembre de 1914, salvo pequeñas acciones llevadas a cabo en febrero de 1915 por parte de Alemania para expulsar a todos los soldados rusos que habían conseguido penetrar en una pequeña franja de terreno de la Prusia oriental. El fracaso de las grandes ofensivas y la llegada del invierno frenaron todos los intentos de avanzar por parte de rusos, alemanes y austrohúngaros. Las ofensivas en este frente habían dejado claro que el ejército austrohúngaro distaba mucho de ser un arma efectiva que pudiera hacer frente a la apisonadora rusa, sobre todo tras la debacle de la campaña en la región de Galitzia. El alto mando alemán fue consciente, tras la batalla de Lódz, que si querían evitar la salida de su aliado de la guerra deberían enviar nuevos ejércitos a este escenario, y así lo recordaban insistentemente los generales Hindenburg y Luddendorf al jefe del estado mayor alemán, el general Erich von Falkenhayn, quien consideraba que la victoria en esta guerra dependería de lo que ocurriera en el frente occidental y no en el oriental.

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Italia Entra en Guerra: Lucha por el Isonzo.

  La entrada en la guerra de Italia del lado de los aliados en abril de 1915 fue una gran sorpresa para la mayoría de los combatientes. Antes del estallido de la guerra, Italia había firmado un acuerdo de alianza tanto con Alemania como con Austria-Hungría en 1887, lo que formaría la conocida como Triple Alianza, en respuesta a la alianza militar entre Francia y el Imperio Ruso. Las razones de esta alianza eran que a finales del siglo XIX Italia no era considerada como una gran potencia por parte del resto de potencias europeas, y sus aspiraciones coloniales se habían visto muy mermadas en el norte de África, especialmente en Túnez, algo que la alejaba diplomáticamente de Francia.

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