Todas las expectativas aliadas en el frente occidental se habían depositado en la gran ofensiva de primavera de Nivelle, pero la debacle sufrida y los motines que asolaron al ejército francés a finales de la primavera de 1917, allanaron el camino para la propuesta de ataque del comandante en jefe británico. Douglas Haig quería dejar claro que eran él y su BEF quienes podían alcanzar la victoria en el frente occidental, como ya había previsto hacer, de manera infructuosa, el año pasado en el Somme. Ahora se volvía a presentar una nueva oportunidad. La victoria de las divisiones canadienses en la cresta de Vimy había insuflado nuevos ánimos tras la sangría del año anterior.