Historiador licenciado por la facultad de Historia y Geografia de la Universidad de Oviedo, con Máster en Historia y Ciencias de la Antigüedad por la Universidad Autónoma y la Universidad Complutense de Madrid.
En la mañana del 11 de noviembre de 1918 la noticia de la firma del Armisticio realizada en la noche del día anterior, que debía entrar en vigor a las 11 de esa misma mañana, fue llegando como un cuentagotas a los distintos cuarteles generales de los 3 ejércitos aliados que se encontraban en el frente occidental (francés, británico y estadounidense). Lo mismo ocurría en el lado alemán.
A mediados de septiembre prácticamente la totalidad de los ejércitos alemanes del frente occidental se habían visto obligados a replegarse a la Línea Hindenburg. Esta línea de fortificaciones había sido levantada entre 1916 y 1917, en su mayoría por civiles alemanes y prisioneros de guerra rusos. La línea se extendía desde el norte de la localidad de Arras, en Neuve Chapelle, hasta Soissons al sur, con su flanco izquierdo asegurado sobre el rio Aisne. La línea estaba dividida en 5 secciones, siendo la sección Siegfried la parte más fortificada.
Tras el éxito de la ofensiva de Amiens el alto mando aliado estaba resuelto a proseguir con los ataques a lo largo de todo el frente hasta empujar a los ejércitos alemanes a su frontera. Los alemanes fueron expulsados a mediados de agosto del norte de Compiègne, y las tropas francesas se disponían a atacar la importante localidad de Lassigny, que había caído en manos alemanas durante la ofensiva de primavera. Aunque el mariscal Foch había insistido durante la segunda semana de agosto en proseguir con la ofensiva en Amiens, Haig se había mostrado reacio, pues el empuje inicial había perdido su fuerza, y era necesario preparar una nueva ofensiva con tropas de refresco.
Tras el fracaso de la Ofensiva de Primavera alemana y la victoria en la Segunda Batalla del Marne del 15 de julio, los ejércitos aliados, especialmente el francés, obligaron al exhausto ejército alemán a proseguir con su retirada durante la segunda quincena de julio. Para el 20 de julio, al norte, los británicos comenzaban a avanzar en Flandes, mientras que en el frente de Soissons los franceses y las divisiones estadounidenses proseguían su avance. Los alemanes eran obligados a abandonar buena parte de las ganancias logradas durante la primavera, como Château-Thierry. El 22 de julio los carros de combate británico volvían a avanzar nuevamente en el sector del Somme, obligando a los alemanes a retroceder unos 11 km.
El fracaso de la operación Gneisenau había dejado a los ejércitos del príncipe heredero en la misma situación que se encontraban a principios de junio, con un frente que formaba un peligroso saliente en el rio Marne. Para el alto mando alemán solo cabían ahora dos posibilidades, o replegarse del saliente, renunciando a los territorios ganados desde marzo cuando comenzó la ofensiva, o seguir empujando con el objetivo de agrandar ese saliente y poner al ejército francés en una posición de desventaja.
El 1 de junio, durante la Tercera Batalla del Aisne (operación Blücher-York), divisiones del VII Ejército alemán del general Boehn lograron abrir una brecha en el rio Marne entre las posiciones del VI y IX ejército francés. Entre las formaciones francesas se encontraban desplegadas 5 divisiones de marines estadounidenses, y varios de sus regimientos fueron enviados para cubrir la brecha. Tras una marcha forzada de 10 km, al anochecer del 2 de junio los marines ocupaban una línea de 19 km entre Vaux y Belleau.
A pesar de los éxitos obtenidos durante la operación Michael, con una ganancia excepcional de terreno, los alemanes se encontraban a comienzos de abril en una situación bastante peor en el frente occidental que en la que se encontraban a comienzos de año. Las bajas sufridas durante la ofensiva de marzo habían sido elevadas, muy por encima de las previstas, y la línea alemana formaba ahora un saliente entre las posiciones francesas e inglesas que traería de cabeza al OHL (Alto Mando Alemán) en lo que a logística se refería.
En marzo de 1918 el alto mando alemán tenía a su alcance aquello que había ansiado cuatro años antes en aquel verano de 1914, guerra en un solo frente. Con la rendición y retirada de Rusia de la guerra, el ejército alemán podía reunir todo su potencial militar en un solo frente, y asestar el golpe definitivo a las potencias aliadas para decantar la guerra a su favor.
Tras la ofensiva de Brusilov, lanzada en el verano de 1916, no se habían producido grandes combates a lo largo del frente oriental. Desde entonces los alemanes habían tenido que concentrar casi todos sus recursos para frenar las acometidas aliadas en Francia y Bélgica, teniendo que enviar sus refuerzos y suministros al Somme, el Chemin des Dames, Passchendaele o Cambrai, mientras que los austrohúngaros estaban enfocando todos sus recursos militares en apartar a los italianos de la guerra en el frente alpino.
Desde que Italia entrara en la guerra del bando de la Entente, en abril de 1915, italianos y austrohúngaros se habían batido en varias ocasiones en el valle del rio Isonzo, frontera en aquel momento de ambos países. A lo largo de estos enfrentamientos dispares, los italianos habían conseguido capturar pequeñas porciones de territorio al enemigo, pero a un coste de soldados y material demasiado grande.