Italia Entra en Guerra: Lucha por el Isonzo.

  La entrada en la guerra de Italia del lado de los aliados en abril de 1915 fue una gran sorpresa para la mayoría de los combatientes. Antes del estallido de la guerra, Italia había firmado un acuerdo de alianza tanto con Alemania como con Austria-Hungría en 1887, lo que formaría la conocida como Triple Alianza, en respuesta a la alianza militar entre Francia y el Imperio Ruso. Las razones de esta alianza eran que a finales del siglo XIX Italia no era considerada como una gran potencia por parte del resto de potencias europeas, y sus aspiraciones coloniales se habían visto muy mermadas en el norte de África, especialmente en Túnez, algo que la alejaba diplomáticamente de Francia.

  Con este nuevo pacto, los miembros de la Triple Alianza acordaban apoyarse mutuamente en el caso de que Francia o Rusia declararan la guerra a cualquiera de los tres países. El tratado iría renovándose durante los años siguientes, siendo la última vez en 1913. Pero cuando la guerra estalló en agosto de 1914, Italia rehusó entrar en guerra, pues consideraba que el pacto que había firmado solo respondía a una alianza defensiva, y puesto que habían sido los austrohúngaros quienes habían declarado la guerra a Serbia, no estaban obligados a combatir.

El Tratado de Londres.

 Tras el estallido de la guerra, y especialmente después del estancamiento producido en el frente occidental, cuando se hizo plausible que la guerra podría alargarse mucho tiempo, las potencias aliadas comenzaron a persuadir a Italia para que esta entrara en la guerra de su lado. Los países de la Triple Entente tenían un gran punto a su favor: Italia, a pesar de la firma del tratado de la Triple Alianza, tenía una larga rivalidad con Austria-Hungría que se remontaba a la época napoleónica, cuando Austria de anexionó varias zonas del norte de Italia.

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Primer ministro italiano Antonio Salandra.

  Para octubre de 1914 el primer ministro italiano, Antonio Salandra, argumentó que Italia debería entrar en el conflicto europeo, pero defendiendo su propio interés nacional, lo que significaba aliarse con el mejor postor. A esta política se la denominó Sacro Egoísmo. Durante los meses finales de 1914, el ministro de exteriores italiano, Sidney Sonnino, exhortaba al gobierno para que se decidiera entrar en la guerra del lado de los Imperios Centrales, y para ello envió un mensaje al embajador italiano en Viena para que le exigiera al gobierno austrohúngaro sus condiciones en cuanto a compensaciones territoriales por entrar en la guerra.

  Tras ver que la guerra podía alargarse, y de que el logro de una rápida victoria por parte de los imperios centrales estaba lejos, Sonnino decidió mantener conversaciones con ambos bandos, tras solicitar a comienzos de 1915 al embajador italiano en Londres que iniciase conversaciones con el gobierno británico para hacerles saber cuáles serían sus condiciones.

  Durante las semanas y meses siguientes, las conversaciones y negociaciones entre el gobierno italiano y las potencias centrales por un lado, y los aliados por otro, se fueron sucediendo, con avances y trabas por parte de unos y otros. A mediados del mes de marzo, Austria-Hungría respondió negativamente a las exigencias italianas para entrar en la guerra, por lo que la postura italiana con los aliados se acercó definitivamente. El 26 de abril se firmó de manera secreta el pacto del Tratado de Londres con las potencias aliadas. Según el tratado, Italia se comprometía a entran en guerra contra las potencias centrales y a no firmar una paz por separado a cambio de una serie de territorios: Trieste, Istría, parte de la costa de Dalmacia, varias islas, y algunas colonias alemanas de África y Asia.

Guerra en las alturas.

  Finalmente, el 23 de mayo de 1915 el gobierno italiano declaró la guerra a las potencias centrales (Austria-Hungría, Alemania, el Imperio Otomano y Bulgaria). Una guerra que los italianos no deseaban y para la que como se vería, el país no estaba preparado, enviando a sus soldados a uno de los frentes más duros de toda la guerra. Algunos miembros del mundo intelectual exhortaban a sus compatriotas con discursos nacionalistas a favor de la guerra, como el poeta Gabriele D’Annunzio: “Sois las fieras chispas de la llama sagrada. Que todas las voces sean un único y ardiente grito: ¡Italia! ¡Italia!”.

  La frontera entre Italia y Austria-Hungría discurría a lo largo de casi 600 km sobre las cumbres de los Alpes, con algunos de los picos más altos de Europa, hasta llegar al Golfo de Venecia. A lo largo de prácticamente todo el frente, las posiciones austrohúngaras se encontraban en franca ventaja sobre los italianos, puesto que ocupaban las zonas más altas.

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Frente Alpino.

  Para finales de mayo, tras una serie de pequeños enfrentamientos en los que las tropas italianas salieron bien paradas, especialmente en el valle del Isonzo, donde los austrohúngaros se retiraron al otro lado del rio facilitando la toma de algunas posiciones como Caporetto y el monte Nero; comenzó a prepararse la que sería la primera gran ofensiva del ejército italiano.

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General Luigi Cadorna.

  El principal objetivo era la ocupación del puerto de Trieste; y para ello sería necesario ocupar primeramente la ciudad de Gorizia, al otro lado del valle formado por el rio Isonzo, en el norte de Italia, donde las tropas austrohúngaras, unas 8 divisiones que conformaban el V Ejército (120.000 hombres) a las órdenes del general Svetozar Boroević, ocupaban las posiciones altas al otro lado. El valle era un corredor natural, con un terreno menos accidentado que el resto de la frontera, por lo que se convertía en un punto estratégico vital en los planes de italianos y austrohúngaros. Su control suponía una vía de acceso perfecta tanto hacia el norte de Italia y la región del Véneto como hacia la Estiria y Carnolia austriacas.

  Para la ofensiva se designó al general Luigi Cadorna, comandante en jefe de las tropas italianas, al mando de 25 divisiones agrupadas en cuatro ejércitos. El plan de Cadorna era lanzar una serie de ataques de distracción sobre la región de las Dolomitas con el Ier Ejercito, mientras que la ofensiva principal se llevaría a cabo en el Isonzo con el II y III ejércitos.

  En este sector, menos montañoso que el resto del frente, las unidades italianas (unos 225.000 hombres) casi duplicaban al V Ejército austrohúngaro, pero una serie de malas acciones, las dificultades del terreno y una escasa fuerza de artillería por parte de los italianos resultarían fatales para el desarrollo de la campaña.

Primera Batalla del Isonzo.

  Durante los primeros días de junio las tropas italianas lograron pequeños avances en varios sectores de la frontera, como en las Dolomitas y al norte del valle del Isonzo, pero las ordenes de Cadorna de detener el avance hacia el valle para preparar con más calma el ataque principal otorgó a los defensores austrohúngaros un tiempo precioso para preparar sus defensas y recibir refuerzos.

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Tropas alpinas italianas.

  Inicialmente Cadorna contemplaba la toma de Gorizia con un ataque directo desde la llanura costera que se encontraba al este del Isonzo, pero también creyó adecuado llevar a cabo un ataque hacia el norte, con el objetivo de sobrepasar la defensas enemigas de la montaña y así poder rodear al ejercito austrohúngaro una vez este se retirara. Por tanto el plan de Cadorna era llevar a cabo dos ataques simultáneos a lo largo del valle. Al sur, el III Ejercito a las órdenes del Duque de Aosta llevaría a cabo el ataque principal. Su objetivo era ocupar las posiciones defensivas enemigas que se encontraban protegiendo Gorizia y el monte Carso. Al norte, el II Ejercito del general Frugoni debía atacar las posiciones austrohúngaras que se encontraban al otro lado de la orilla del Isonzo, en Tolmino y el monte Nero. Todos estos ataques se llevarían a cabo de manera frontal, a pesar de no contar con un soporte artillero efectivo.

  Al amanecer del 23 de junio se inició la ofensiva. Una breve descarga de artillería por parte de las escasas piezas con que contaban los italianos iniciaron los ataques. Durante las primeras horas, algunas unidades, tanto en el norte como en el sur, tuvieron dificultades para cruzar los diversos canales fluviales debido a las crecidas producidas por el deshielo veraniego en las cumbres, y por el fuego de artillería que recibían desde las fuertes posiciones enemigas. A pesar de que las tropas austrohúngaras eran inferiores en número a las italianas, contaban con un mayor número de piezas de artillería y de ametralladoras.

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General Svetozar Boroević.

  En el sur, 4 divisiones del IIIer Ejercito se lanzaron sobre las posiciones enemigas que se encontraban en un saliente entre las localidades de Sagrado y Vermegliano, protegidas por el canal Dottori. Varias brigadas consiguieron cruzar el canal pero fueron frenadas por una serie de contraataques y por las dificultades en el terreno causadas por las inundaciones. Solo la Brigada Pinerola, de la 14º división, consiguió alcanzar su objetivo, la localidad de Selz, al sur de Vermegliano.

  En el norte la situación era más complicada, puesto que los atacantes italianos se veían ante un problema que tenía una difícil solución. Para poder llevar a cabo un cruce del rio era necesario eliminar previamente las defensas enemigas que se encontraban enclavadas en las alturas de la otra orilla, pero para poder hacer esto de manera efectiva era necesario cruzar el rio. Todos los ataques que se llevaron a cabo fueron frenados por fuego de fusilería y de artillería.

  Al acabar el primer día de la ofensiva los italianos apenas habían conseguido avanzar unos pocos metros en algunos sectores a un coste demasiado alto. En el norte el II Ejército fue frenado en seco, y solo en el sur se consiguieron algunos éxitos relativos.

  Durante los días siguientes se produjeron nuevos ataques con un resultado bastante similar. En el norte los italianos eran frenados por la artillería austrohúngara que no había sido alcanzada por los bombardeos de la italiana. En el sur se conseguían pequeños avances de nuevo a un gran coste de vidas. En la mañana del 24 una brigada consiguió alcanzar la otra orilla del Isonzo, aunque quedaron temporalmente aislados. Para el día 27 de junio las noticias que llegaban del flanco sur eran más halagüeñas. Las mejoras del clima y del terreno permitieron a algunas brigadas ocupar posiciones frente a Vermegliano. En el norte el IIº Ejercito seguía sin lograr ningún avance.

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Sector del rio Isonzo en 1917.

  Durante los días siguientes el frente se tranquilizó, dando tiempo para que los soldados de ambos bandos descansaran. Este breve respiro resultó fundamental para los austrohúngaros, que recibieron los refuerzos de dos nuevas divisiones. A partir del 3 de julio los combates se reanudaron. Las brigadas italianas conseguían abrir pequeños huecos y avanzar unos pocos metros, pero rápidamente eran frenados por los contraataques enemigos. El 5 de julio el 6º cuerpo italiano logró alcanzar la población de Pogdora, a orillas del Isonzo, pero fueron frenados por los austrohúngaros cuando intentaron asaltar su segunda línea.

  Un poco más al sur, se realizaba un nuevo ataque sobre las posiciones defensivas en el monte de San Michelle sin conseguir ningún logro (durante la Segunda Batalla del Isonzo la captura del monte San Michelle sería el principal objetivo italiano).

La primera de muchas.

  Para el día 7 de julio, viendo la terrible carnicería que estaban sufriendo sus tropas, los escasos avances realizados, y que los suministros, y especialmente las municiones, empezaban a escasear, Cadorna ordenó detener inmediatamente la ofensiva. Sabiendo que la batalla había sido un completo desastre, Cadorna eludió sus responsabilidades y culpo a la mayoría de sus generales. En total, 27 altos mandos fueron destituidos por Cadorna.

  En cuanto al número de bajas sufridas, se estima que los italianos perdieron un total de 15.000 hombres, mientras que las bajas austrohúngaras ascendieron a casi 10.000. A pesar de que los italianos habían conseguido algunos avances, especialmente en el sur, la batalla puede ser considerada como una victoria austrohúngara, pues consiguieron mantener sus principales posiciones enfrentándose a una fuerza enemiga que les doblaba en número, gracias a sus preparadas defensas y al superior número de ametralladoras y cañones.

  Pero los combates en el Isonzo estaban lejos de terminar. Esta sería la primera de un total de un total de doce batallas que supondrían la pérdida de más de 300.000 soldados italianos.