Verdún I: Desangrar a Francia

  La batalla de Verdún fue una de las más largas y sangrientas de toda la guerra. Considerada, junto al Somme o Galípoli, como una de las más simbólicas y características de la guerra, fue también una de las batallas más inútiles desde el punto de vista militar.

  A finales de diciembre de 1915, tras el fracaso de las ofensivas de otoño, los comandantes aliados querían preparar una nueva ofensiva para romper definitivamente las líneas alemanas. Joffre se reunió en Chantilly con el nuevo comandante en jefe del ejército británico, Douglas Haig, para elaborar esta ofensiva conjunta entre británicos y franceses. Decidieron que el lugar más idóneo sería a ambos lados del río Somme para el verano siguiente. Pero el comandante en jefe del ejército alemán, Erich von Falkenhayn, era consciente de las intenciones de los aliados, por lo que decidió adelantarles y preparar su propia ofensiva. En enero escribió al Káiser, informándole que había notado un decaimiento de la moral tanto del ejército como del pueblo francés, una situación que debía ser aprovechada lanzando una nueva ofensiva que acabara con el espíritu combativo de los franceses y les apartara de la guerra.

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Jefe del Estado Mayor del ejercito, Erich von Falkenhayn.

  El general alemán consideraba que la realización de un gran movimiento en el frente que llevara al ejército alemán a la victoria era prácticamente imposible en esos momentos, pero si creía que era posible derrotar al ejército francés. Para ello, en vez de planear romper las líneas enemigas, Falkenhayn ideó un plan con una ofensiva limitada contra un sector concreto de la línea francesa, una posición en la que los franceses no solo no pudieran retirarse, si no a la que mandarían a todo su ejército si fuera necesario para mantener la posición. Falkenhayn pretendía atraer hacia esa posición a la mayor parte del ejército francés para que se desangrara, y ese lugar era Verdún.

Verdún.

  La ciudad de Verdún, al noreste del país, había adquirido importancia bajo el reinado de Luis XIV, cuando el monarca ordenó a uno de los mayores ingenieros militares de la historia francesa, Vauban, la construcción de una gran fortificación en Verdún, que debía proteger la frontera francesa.

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Situación del frente en Verdún el 21 de febrero de 1916.

  Durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871 la ciudad fue sitiada por las tropas prusianas, que no consiguieron someterla tras más de diez semanas de asedio, cuando debido a la escasez de provisiones los sitiados se rindieron. Tras la guerra, conscientes los franceses de que una vez más su mayor amenaza eran los alemanes, convirtieron la ciudad en el principal bastión francés, opuesto a la principal ciudadela alemana, Metz. Por esta razón, durante las dos décadas finales del siglo XIX y los primeros años del XX, se llevó a cabo una remodelación de la fortificación de Verdún, añadiendo un gran complejo subterráneo que debía de servir como acuartelamiento. El tamaño del cuartel era tal que en su interior se construyó un sistema de vías para comunicar rápidamente todas las partes de la fortificación. Pero lo más destacado fue la construcción de una serie de fortalezas alrededor de Verdún, formando un anillo a unos 8 kilómetros de la ciudad, con un total de 21 fuertes (mayores y menores) que debían ser capaces de frenar cualquier ataque sobre la ciudad, viniera de donde viniera.

  Durante la década de 1900, los fuertes del norte y el este del anillo de Verdún, como Douaumont y Vaux fueron reforzados con capas de hormigón y acero, pues si estallaba una futura guerra con Alemania, el ataque vendría desde esos sectores. Los fuertes contaban con torretas de artillería, especialmente con piezas de 75 mm y de 155 mm.

  Sin embargo, cuando la guerra estalló, el sector de Verdún no sufrió ataques a gran escala, y el alto mando francés consideró oportuno despojar a los fuertes de la mayoría de las piezas de artillería, pues debido a la escasez de piezas en el ejército francés estas se necesitaban en otros sectores del frente. Además, tras la rápida caída de las ciudadelas belgas de Lieja y Namur frente a los alemanes, consideradas inexpugnables, el general Joffre, había perdido toda la confianza en la calidad defensiva de las fortalezas en esta nueva guerra.

El plan de Falkenhayn.

  Tras el estancamiento del frente, Verdún se mostraba como una posición estratégica poco relevante. Es más, en dicho sector las trincheras francesas formaban un gran saliente, y los franceses habrían estado mejor colocados si hubieran decidido no proteger Verdún, pues las líneas francesas se hubieran visto en ese caso enderezadas y acortadas, permitiendo un mayor refuerzo de las mismas. La situación de las defensas de Verdún a comienzos de 1916 era tal, que el teniente coronel Emile Driant, diputado por Nancy, informó a la comisión del ejército que en caso de sufrir un ataque, los soldados en Verdún no podrían resistir.

  A pesar del poco peso estratégico de la ciudad, perder las fortificaciones y la ciudadela no sería un gran perjuicio, pero sí se asestaría un durísimo golpe al espíritu nacional francés, y Falkenhayn lo sabía, por lo que decidió que la siguiente ofensiva en el frente occidental debía de realizarse en Verdún

  Muy pocos, incluso los subalternos más cercanos a Falkenhayn conocían realmente cuales eral los planes de su comandante. Su objetivo estratégico no era el de la ocupación de terreno enemigo con la intención de romper el frente, si no lanzar al ataque, en un sector determinado del frente con un pequeño contingente de tropas, apoyado por un bombardeo de artillería como nunca antes se había visto, con el objetivo de ocupar algunas posiciones del enemigo y obligar a este a combatir para recuperarlos, mermando su capacidad de hombres y recursos.

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Teniente Coronel Emile Driant.

  Tras la guerra muchos militares e historiadores han estudiado e intentado valorar lo acertado o no de los objetivos y la estrategia empleada por Falkenhayn en Verdún. Debe considerarse que el año y medio anterior de guerra había demostrado a la mayoría de militares y estrategas que el modo clásico de hacer la guerra había cambiado por completo. La guerra de trincheras en la que se había sumido el frente occidental hacía difícil, como ya se había visto, elaborar estrategias militares que tuvieran el fin único de conquistar terreno al enemigo con el fin de ganar así la guerra. Lo que Falkenhayn planteaba en Verdún era un nuevo modo de lograr la victoria; quería destrozar al ejercito francés de una vez por todas obligando a estos a sacrificar a un gran número de soldados por un sector sin apenas valor estratégico. Declaró: “aquí las fuerzas de Francia se desangrarán hasta la muerte”.

La preparación de la batalla.

  A pesar de la retirada de la mayor parte de la artillería, el anillo defensivo de Verdún seguía siendo un duro sistema fortificado. Los fuertes estaban situadas a una distancia tal entre ellos, que permitiera el apoyo entre uno y otro, pero que evitara la caída de todos los fuertes de una sola vez.

  A pesar de estas formidables defensas, Falkenhayn vio que dicho sector mostraba una serie de ventajas para los atacantes alemanes. El hecho de que Verdún formara un saliente en las líneas francesas permitía a los alemanes poder bombardear y atacar el sector desde tres lados distintos. Dicho sector además se encontraba dividido por el rio Mosa, partiendo las líneas francesas en dos, y en el sector este del rio, donde Falkenhayn pretendía lanzar el ataque, se encontraban una serie de colinas de mayor altura, cuya ocupación otorgaría a los alemanes una ventaja táctica enorme.

  A los aspectos estratégicos propios de la geografía, debe añadirse que los alemanes contaban en la zona con excelentes redes de comunicación, varias carreteras y líneas de ferrocarril, lo que les permitía llevar hasta la misma línea de frente artillería, hombres y suministros con total rapidez.

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Sector de Verdún entre febrero y diciembre de 1916. Imágen de Gdr.

  Falkenhayn era consciente, tras haber observado los éxitos obtenidos en 1915 por sus propios hombres en Soissons, y de franceses y británicos en Champagne y Loos, del papel fundamental que tenía el uso de la artillería en el devenir de la batalla. Por ello decidió reunir una fuerza de artillería como nunca antes se había visto en un campo de batalla. Durante las semanas previas al ataque se concentraron un total de 1200 piezas de todos los calibres, incluyendo los grandes morteros Big Bertha. Se destinó al Quinto Ejercito a las órdenes del príncipe Guillermo, con un total de 6 divisiones.

  El plan de batalla era lanzar una potente descarga de artillería, centrándose en distintos puntos estratégicos del frente así como las líneas de comunicaciones francesas en la retaguardia, y atacar seguidamente con pequeñas unidades de soldados que deberían ocupar las alturas colocadas en el margen derecho del Mosa, mientras que el sector al oeste del rio no sería atacado, pues Falkenhayn consideraba que al ser las colinas del sector este de una mayor altura, podrían bombardearse desde ellas todas las posiciones francesas una vez fueran capturadas, y acabar con el fuego de las baterías francesas.

El asalto.

  La ofensiva estaba fijada para el día 12 de febrero, pero el mal tiempo obligó a los alemanes a retrasarla hasta que el tiempo y la visibilidad mejoraran. Durante los días que duró la espera, los soldados alemanes que estaban preparados para el asalto se cobijaron en sus refugios, mientras que, en el sector francés, conscientes los mandos de la concentración de fuerzas enemigas listas para una ofensiva, el clima les otorgó tiempo para mejorar las defensas y recibir refuerzos, aun así, para el día inicial de la batalla los franceses solo disponían de 2 divisiones y unas 500 piezas de artillería a ambos lados del Mosa.

  El tiempo mejoró y el 21 de febrero se lanzó la operación Gericht (Juicio). A las 08:12, un cañón Krupp de 380 mm., con un fuerte estrepito, lanzó la primera granada. Tras él, las 1200 piezas de artillería alemanas que cubrían un frente de 13 km, descargaron su furia sobre las posiciones francesas, haciendo añicos todo lo que encontraban, ramas, troncos, hombres y caballos. A las 16:00 horas el bombardeo alcanzó su máxima intensidad. Los artilleros alemanes pensaban que era imposible que nada ni nadie hubiera sobrevivido a semejante descarga. Desde los Vosgos, a 150 km de Verdún, los soldados franceses escucharon el bombardeo.

  A las 16:45, tras haber lanzado cerca de un millón de proyectiles, la artillería alemana dejó de disparar. Los soldados franceses respiraron aliviados, por fin había llegado el silencio por el que habían rogado, pero sabían que ese silencio solo podía responder a una cosa, el ataque de la infantería enemiga.

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Foto aérea de Fort Douaumont antes de la batalla.

  En efecto, en cuanto el bombardeo se detuvo o se centró en atacar las posiciones de retaguardia francesa, la infantería alemana, portando un arma nueva y aterradora, el lanzallamas, salió de sus trincheras en pequeños grupos, cubriendo un frente de unos 3,5 km en la orilla oriental del Mosa, entre el Bois de Haumont y Herbevois. Los franceses, aun aturdidos por el bombardeo, abrieron fuego sobre los asaltantes causándoles bajas, pero al finalizar el primer día los 3 cuerpos alemanes logran sus objetivos ocupando la primera línea francesa, e incluso algunas unidades consiguen penetrar hasta la segunda línea.

  El día 22 comenzó igual, un intenso bombardeo previo al ataque de la infantería alemana sobre el bosque de Caures, en el centro de la línea francesa. Al finalizar el día los Chasseurs franceses del 56 y 59 batallón fueron desalojados de sus posiciones, y su comandante, el teniente coronel Driant, resultó muerto. Los alemanes seguían avanzando inexorablemente, pero la cifra de sus bajas iba en aumento.

  El 23 y 24 los alemanes continúan con sus avances hacia el sur, especialmente hacia el sector del Fort Douaumont, el mayor fuerte del anillo defensivo. Al finalizar el día 23, la mayoría de las unidades francesas habían sido expulsadas de la segunda línea defensiva. El 24 los alemanes conquistan Samogneux, a orillas del Mosa, y comienzan a recibir fuego de las baterías francesas situadas en la otra orilla del rio.

  El día 25 los alemanes consiguen el mayor éxito de sus ataques. Hacia la tarde dos compañías del 24º Regimiento de Brandemburgo se lanzan al ataque de Fort Douaumont. El mayor de los fuertes del anillo defensivo cayó en manos alemanes en cuestión de minutos. Los franceses se ven obligados a replegarse a una nueva línea entre Eix y Vacherauville.

  Para entonces las bajas y la fatiga entre los soldados alemanes habían hecho mella, y ante la ausencia de reservas apenas podían seguir avanzando. El propio príncipe Guillermo escribió posteriormente que el día 24 las líneas francesas estaban totalmente rotas, y de haber contado con algunas reservas podría haber conquistado Verdún.

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Fort Douaumont tras la batalla.

  El 26 los alemanes aun consiguieron realizar algún pequeño avance en el frente, pero en la mayoría de los sectores los combates disminuyeron y una vez más los frentes volvían a estancarse, y la ofensiva inicial se dio por terminada Los alemanes no habían conseguido todos sus objetivos, pues no consiguieron ocupar todas las alturas de la orilla este. Habían infringido un gran número de bajas a los franceses, cierto, pero ellos habían tenido también un considerable coste en soldados.

  Aun así, la situación en el lado francés era preocupante. La amenaza de perder Verdún era algo que no podía permitirse. El 25 de febrero el general Castelnau, jefe del Estado Mayor de Joffre, consiguió de este el permiso para trasladar al II Ejercito francés al mando del general Henri Pétain, dándole el mando de la defensa de todo el sector.

  La sangría por Verdún no había hecho más que comenzar.

Bibliografía:

  • Desperta Ferro Contemporanea Nº 13,  «Verdún, 1916». Desperta Ferro Ediciones, Madrid 2015.  ISSN 2340-8820.
  • Jankowski, Paul: Verdún 1916: Cronica de la batalla más celebre de la Primera Guerra Mundial.
  • Livesey, Anthony: Grandes Batallas de la I Guerra Mundia. Editorial Optima, Madrid 1995. ISBN 84-95300-26-5.
  • Parker, Geoffrey: Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010. ISBN 84-460-2560-3.

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