Del Armisticio al Tratado de Versalles I: El Fin de los Imperios

     En la mañana del 11 de noviembre de 1918 la noticia de la firma del Armisticio realizada en la noche del día anterior, que debía entrar en vigor a las 11 de esa misma mañana, fue llegando como un cuentagotas a los distintos cuarteles generales de los 3 ejércitos aliados que se encontraban en el frente occidental (francés, británico y estadounidense). Lo mismo ocurría en el lado alemán.

    Muchos comandantes se tomaron las instrucciones al pie de la letra, y ordenaron a sus hombres que seguirían combatiendo hasta la 11 en punto. El futuro presidente de Estados Unidos, Harry Truman, que se encontraba al cargo de una batería de artillería escribió después de la guerra: “Disparé la batería, según las órdenes, hasta la 10:45, cuando disparé el último tiro”.

       En el sector de Lessines, una brigada británica tenía la orden de apoderarse de uno de los puentes sobre el río Dendre. Cuando recibieron la noticia a las 9:30 se les apremió para que cumplieran con su misión antes de las 11 de la mañana. La inutilidad de la guerra hacía su mayor acto de presencia.

El soldado George Lawrence Price, uno de los últimos caídos en la Primera Guerra Mundial.

    La noticia del Armisticio ya se había difundido rápidamente en todos los ejércitos aliados, y los millones de soldados esperaban ansiosos a que llegaran las 11 de la mañana. El soldado canadiense George Price, que se encontraba en el sector del río Mons, era uno de esos soldados. Cuando faltaban 2 minutos para que las manecillas del reloj marcaran las 11 en punto la bala de un francotirador alemán lo mató. Price fue una de las últimas bajas de la Primera Guerra Mundial.

La firma del Armisticio

      Dos días antes, el 9 de noviembre, los negociadores alemanes, a cuya cabeza se encontraba el general de división von Winterfeldt, habían llegado al bosque de Compiègne para reunirse con la delegación aliada y firmar el tratado de armisticio que pusiera fin a la contienda. Las negociaciones se prolongaron a lo largo de ese día y del siguiente, hasta que finalmente la delegación alemana aceptó las condiciones aliadas para el armisticio.

Representantes aliados tras la firma del Armisticio en Compiègne.

    Alemania debería evacuar todas las zonas que había ocupado desde la invasión de Francia del 14, devolvería las regiones de Alsacia y Lorena a Francia, el ejército alemán entregaría la mayor parte de su artillería, morteros, ametralladoras y aeroplanos, así como devolver todos los buques mercantes capturados, entregar todos sus submarinos y la casi totalidad de su flota de superficie, permitir a los aliados ocupar militarmente la región del Rhur, y por último el pago de una indemnización por la ocupación durante 4 años de regiones de Bélgica y el norte de Francia. Además los alemanes deberían renunciar al Tratado de Brest-Litovsk y al Tratado de Bucarest, firmados unos meses antes con Rusia y Rumanía respectivamente. Las tropas alemanas tenían que regresar a sus posiciones iniciales de 1914 en el frente oriental.

        No todos los miembros del bando aliado se mostraron contentos con la firma del armisticio. El general Pershing estaba visiblemente enfadado ya que en su opinión los aliados deberían haber seguido combatiendo hasta que los ejércitos alemanes hubieran quedado totalmente derrotados y Alemania se viera obligada a firmar una rendición total.

     Los soldados alemanes por su parte se sintieron mayormente descontentos. Ellos aun se encontraban con sus fusiles y ametralladoras en sus puestos en las trincheras, dentro de territorio francés y belga. Consideraron la firma del armisticio como una traición por parte de aquellos dirigentes que firmaron el tratado. Este sentimiento de “puñalada por la espalda” sería aprovechado años después por Hitler y los nazis.

    En Gran Bretaña, tras 4 años de silencio, las campanas de las iglesias volvieron a sonar. Para todos se hizo patente que todo el dolor y las pérdidas sufridas durante la guerra nunca llegarían a mitigarse del todo.

Desintegración de los imperios

Soldados de la 7ª División estadounidense celebran el fin de la guerra.

     El 11 de noviembre marcó no solo el fin de la guerra, sino el de los 2 grandes imperios de Europa. El austrohúngaro se vio completamente desintegrado, y en el alemán el Kaiser Guillermo se vio obligado a abdicar debido a la convulsa situación que se vivía en el país, y tuvo que partir hacia el exilio en Holanda. Fue el último regente de la casa Hohenzollern.

      Pero no todos los escenarios en los que se había librado la guerra se firmó el alto de las hostilidades ese día. El 23 de noviembre, casi 2 semanas después de la firma de Compiegne, el ejército del general alemán Von Lettow-Vorbeck, integrado por 150 soldados alemanes y 3.000 africanos se rindieron a los británicos tras haber acabado la guerra invictos en el África Oriental.

   El Imperio Otomano por su parte había firmado su propio armisticio con los aliados menos de 2 semanas antes del de Compiegne, en el puerto de la ciudad griega de Moúdros, en la isla de Lemnos. Según el pacto alcanzado, los aliados se harían con el control de la zona del estrecho de los Dardanelos y del paso del Bósforo. En la región del Cáucaso los otomanos se vieron obligados a replegarse a las zonas que tenían antes de la guerra, y su ejército fue completamente desmovilizado. Al igual que el resto de imperios, el otomano sufrió una fuerte desintegración, tanto por los problemas internos como por la presión de los ejércitos italianos y griego, que conduciría a la llamada como Guerra de Independencia Turca contra las potencias aliadas que ocuparon su territorio y que finalizó con el tratado de Lausana de 1923.

     El 1 de diciembre las primeras tropas aliadas, tanto británicas como francesas y estadounidenses comenzaron a entrar en Alemania. Ese mismo día la desintegración del imperio austrohúngaro se hizo patente con la proclamación en Belgrado del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, que unos años después pasaría a conocerse como Yugoslavia.

Marineros alemanes amotinados en Kiel. Foto de Bundesarchiv, Bild 183-J0908-0600-002 / CC-BY-SA 3.0

    En Alemania, a principios de diciembre, la situación se estaba volviendo extremadamente peligrosa. La Revolución de Noviembre, que había comenzado tras el motín de los marineros de la flota en el puerto de Kiel, y que había llevado a la abdicación del Kaiser, se extendía como la pólvora debido al amargo sentimiento por la derrota sufrida y la difícil situación, tanto social, política y económica que se vivía en un país devastado por 4 años de guerra y bloqueo comercial.

Barricadas en Berlín durante el Levantamiento Espartaquista. Foto de Alfred Grohs.

    La situación llegaría a su punto culminante en enero, cuando se produjo el Levantamiento Espartaquista. A comienzos de enero los trabajadores y soldados, descontentos con el gobierno provisional del socialdemócrata Friedrich Ebert, llamaron a la huelga y las revueltas para derrocar al gobierno. Dicho levantamiento fue apoyado por la Liga Espartaquista (el futuro Partido Comunista de Alemania). El 9 de enero el canciller Ebert llamó al ejercito para acabar con el levantamiento, dando inicio a la “Semana Sangrienta”. Las tropas del general Walther von Lüttwitz y los Freikorps anticomunistas atacaron a los sublevados en Berlín durante los días siguientes, hasta que el 15 de enero el levantamiento fue aplastado. Los dos líderes principales de la Liga Espartaquista, Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht fueron capturados y asesinados.

    Mientras que en Alemania sufrían las revueltas sociales, en Paris los líderes políticos de los aliados y del extinto Imperio Alemán daban comienzo a la conferencia de paz el 18 de enero. La elección de ese día fue duramente criticado por los emisarios alemanes, pues era la misma fecha en la que se conmemoraba el aniversario de la proclamación de su imperio en 1870.

Bibliografía:

  • Gilbert, Martin: La Primera Guerra Mundial. La Esfera de los Libros, Madrid, 2004.
  • La Aventura de la Historia, Nº 239 (Dossier: 1918, El fin de la Gran Guerra). Madrid, 2018. ISSN 1579-427x.
  • Livesey, Anthony: Grandes Batallas de la I Guerra Mundial.  Editorial Optima, Madrid, 1995.
  • Parker, Geoffrey: Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010.