La Crisis de Julio: 39 Días que Marcaron el Destino de Europa.

If any question why we died, tell them, because our fathers lied” (Si alguien pregunta por qué hemos muerto, decidles, porque nuestros padres mintieron).

Rudyard Kipling.

 El poeta británico Rudyard Kipling escribió estas palabras en 1919, en sus Epitafios de Guerra, dedicado a su hijo John, quien había muerto cuatro años antes. Estas líneas tienen un doble sentido, por un lado el sentimiento de culpa por haber sido él quien animó a su hijo a que se alistara, así como los exacerbados discursos que había realizado animando a los jóvenes británicos a que se alistaran en el ejército; pero especialmente estaba dirigido a los gobernantes de los países partícipes en la guerra, especialmente los gobernantes británicos, que confundieron al pueblo sobre la verdad de lo que supondría el gran conflicto europeo.

  Tras el Atentado de Sarajevo el 28 de junio, se produjo una intensa reacción diplomática en todas las cancillerías y embajadas europeas, lo cual acabaría desembocando en el estallido de la guerra, un mes después del atentado. A este periodo se le conoce como la Crisis de Julio o Crisis de Sarajevo.

  Después de la detención de los resposables de atentado y las investigaciones inmediatamente posteriores, las autoridades austrohúngaras demostraron ya para el 2 de julio que los terroristas habían estado en contacto con los servicios secretos serbios y que una buena parte de los instigadores del atentado estaban relacionados o eran altos miembros del ejército y del gobierno serbio.

Francisco Jose I
Emperador Francisco José I.

 Al conocerse las implicaciones del gobierno serbio, las reacciones de los altos mandos militares del Imperio Austrohúngaro no tardaron en llegar. El jefe del estado mayor, el general Franz Conrad von Hötzendorf, y el ministro imperial de asuntos exteriores, el conde Leopold Berchtold, eran partidarios de una acción militar sobre Serbia, y así se lo hicieron saber al emperador Francisco José I. Solo el primer ministro de Hungría, el conde István Tisza llamaba a la precaución y lamentaba la amenaza de “la terrible calamidad de una guerra europea”. Pero la declaración de guerra a Serbia no llegó, lo cual se debe a que Austria-Hungría sabía perfectamente que el Imperio Ruso garantizaba la independencia de Serbia. Decidieron no actuar sin contar antes con el respaldo y el apoyo del Imperio Alemán.

Alexander Hoyos
Conde Alexander Hoyos.

 Austria envió al conde Alexander Hoyos a Alemania para que se entrevistara con miembros del gobierno y los altos mandos militares para contar con el apoyo alemán. El 4 de julio se reunió con el Káiser y con el subsecretario de asuntos exteriores Arthur Zimmermann, quienes le garantizaron el total apoyo a las acciones que realizara Austria-Hungría. Al día siguiente Hoyos se reunió con el canciller Bethman Hollweg, quien ratificó las palabras dadas por el Káiser, y animó a Hoyos a realizarde inmediato cualquier acción que pretendieran llevar a cabo. Este apoyo total de Alemania a la libre acción de Austria-Hungría se conoce como el “cheque en blanco”.

kaiser Guillermo II
Kaiser Guillermo II.

  El 7 de julio, Berchtold se reunió con su consejo de ministros y les comunicó que Alemania ofrecía su total apoyo al imperio “incluso si nuestras operaciones contra Serbia ocasionan la gran guerra”. Aunque en un principio los alemanes creían que Rusia y el resto de las potencias no entrarían en guerra por Serbia, como escribió el contraalmirante alemán Albert Hopman “Europa no peleará por Serbia”; si está debía estallar mejor que fuera en ese momento, pues según sus informes, en unos pocos años los rusos aumentarían su ejército y mejorarían ostensiblemente su red ferroviaria, algo fundamental para la movilización de las tropas. Esto trastocaría enormemente los planes militares de Alemania.

 A lo largo de los siguientes días, comenzó a redactarse el ultimátum que sería enviado a Serbia, el cual presentaría una serie de términos que serían inaceptables para Serbia, lo que les daría a los austrohúngaros el pretexto para atacar.

 Mientras tanto, en el resto de Europa, la impresión y repulsa causadas por el atentado comenzaban a disiparse, y no se pensaba que la situación en Serbia fuera de relativa gravedad, mucho menos que fuera a terminar desembocando en una gran guerra. En Gran Bretaña, el primer ministro Lloyd George afirmaba que los problemas en Europa se calmarían muy pronto.

Mikola_II
Zar nicolás II.

 En Francia por ejemplo, la preocupación estaba orientada hacia el interior del país, el cual atravesaba un largo periodo de inestabilidad política, ya que entre 1911 y 1914 se produjeron nada menos que siete cambios de gobierno. El 16 de julio, el presidente de la república, Raymond Poincaré, y el primer ministro, René Viviani, se embarcaron rumbo a Rusia para realizar una visita oficial. El 20 de julio se reunieron en San Petersburgo con la familia imperial rusa y algunos ministros. También estaba allí el embajador francés Maurice Paléologue, quien afirmó ante ellos que había oído decir al zar Nicolás II que consideraba imposible que el Káiser Guillermo II quisiera la guerra.

 A pesar de la afirmación del zar, el gobierno ruso y los altos mandos militares eran conscientes del apoyo dado por Alemania a Austria-Hungría, así como de los planes militares alemanes. Aunque no se conservan actas ni documentos sobre las reuniones llevadas a cabo entre la delegación francesa y el gobierno ruso, es muy posible que ambos aceptaran mantener una línea dura frente a las acciones que se llevaran a cabo contra Serbia.

 Para el 19 de julio, se reunieron en la residencia del conde Berchtold algunos ministros y miembros del gobierno austrohúngaro, en los que se decidió definitivamente invadir Serbia, a falta incluso de que aún no se hubiera enviado el ultimátum y mucho menos sin haber recibido una contestación. Dicha decisión responde a que el gobierno austrohúngaro sabía perfectamente que los serbios no podrían aceptar todos los puntos dispuestos en dicho ultimátum, y estos tendrían así un casus belli para la invasión.

El Ultimátum.

 Para el 22 de julio, el ultimátum ya estaba redactado y listo para ser enviado. Una copia del mismo fue enviada a Berlín, aunque más adelante, el gobierno alemán negó haber recibido dicha copia. Se decidió retrasar un día el envío del ultimátum a Serbia a sabiendas de que el día 23 era la fecha fijada por la delegación francesa en Rusia para regresar a Francia, lo que haría imposible que la noticia llegará a manos del presidente francés.

 Finalmente el documento fue presentado en Belgrado el 23 de julio a las 6 de la tarde, dándole al gobierno serbio un plazo de 48 horas para dar una respuesta. En total el documento constaba de 10 puntos, algunos de los cuales atacaban claramente la soberanía serbia. Según el ultimátum, Serbia debía comprometerse a:

1. Suprimir toda publicación que incite al odio y al desprecio de la Monarquía;
2. Disolver inmediatamente la sociedad llamada “Narodna Odbrana (Mano Negra) y a confiscar todos sus medios de propaganda;
3. Eliminar sin demora de la instrucción pública Serbia […] todo lo que sirva o pueda servir a fomentar la propaganda contra Austria-Hungría;
4. Separar del servicio militar y de la administración a todos los oficiales y funcionarios culpables de la propaganda contra la monarquía austrohúngara…
5. Aceptar la colaboración en Serbia de los órganos del gobierno imperial y real en la supresión del movimiento subversivo dirigido contra la integridad territorial de la Monarquía;
6. Abrir una encuesta judicial contra los participantes en el complot del 28 de junio que se encuentran en territorio serbio. Los órganos delegados por el gobierno imperial y real tomarán parte en las investigaciones correspondientes,
7. Proceder con urgencia al arresto del comandante Voislav Tankositch y de Milan Ciganovitch, empleados del estado serbio, comprometidos, según los resultados de la instrucción, en Sarajevo;
8. Impedir el concurso de las autoridades serbias en el tráfico ilegal de armas y de explosivos a través de la frontera;
9. Dar al gobierno imperial y real explicaciones sobre los propósitos injustificables de los altos funcionarios serbios que no han dudado después del atentado del 28 de junio, en expresarse de una manera hostil hacía la monarquía austrohúngara […]
10. Advertir, sin demora, al gobierno imperial y real de la ejecución de las medidas comprendidas en los puntos precedentes.
Nikola Pasic
Primer Ministro serbio Nikola Pašić.

 El ultimátum fue recibido por el ministro de economía Laza Paču, ante la ausencia en ese momento del primer ministro Nikola Pašić, el cual fue localizado e informado del ultimátum unas horas después. El príncipe regente Alejandro acudió esa misma noche a la embajada rusa, donde reconocieron que las demandas austrohúngaras eran realmente duras y difícilmente podría darse una solución pacífica. Se envió un telegrama al zar Nicolás quien, ante el aviso de sus generales de que no estaban en situación para medirse a las fuerzas alemanas, recomendó al príncipe regente que aceptaran algunas de las demandas para calmar al gobierno imperial y ganar tiempo para que los gobiernos de las restantes potencias pudieran persuadir a Austria-Hungría para que suavizara los términos del documento. A pesar de esto, parecía imposible una solución pacífica. Sergéi Sazónov, ministro de asuntos exteriores de Rusia afirmó: “c’est la guerre européenne”.

  Durante las horas finales del día 23 y a lo largo del 24, los términos del ultimátum fueron conocidos en el resto de las cancillerías europeas. En Gran Bretaña, el ministro de asuntos exteriores, sir Edward Grey, se comunicó con la embajada rusa para insistirles en que usaran su influencia sobre Serbia y que aceptara alguno de los términos del ultimátum. También se comunicó con el ministro de asuntos exteriores alemán para que apelara a Austria-Hungría y suavizara sus demandas.

  Durante las últimas horas del 24 de julio, los rusos ratificaron a los serbios su total apoyo a su independencia y soberanía nacional, pero volvieron a incidir en que debían aceptar algunas de las demandas austrohúngaras. Tanto Gran Bretaña como Rusia siguieron presionando a alemanes y austrohúngaros para solucionar el conflicto por la vía diplomática mediante una conferencia de paz.

  Finalmente el 25 de julio, a las 6 de la tarde, Serbia mandó la contestación del ultimátum al general Giesl con la siguiente contestación del primer ministro Pašić: “Hemos aceptado parte de sus demandas; en cuanto al resto, depositamos nuestras esperanzas en su lealtad y caballerosidad como general austríaco. Con usted, siempre hemos estado muy satisfechos”. Los serbios aceptaron todas las demandas austrohúngaras salvo los puntos 5 y 6, puesto que aceptarlos supondría perder la soberanía nacional y quedar sometidos a las autoridades imperiales.

Sistema de Alianzas
Bloque de aliznas europeo, 1914.

  La contestación serbia era la esperada por el gobierno imperial. Ese mismo día Austria-Hungría rompió sus relaciones diplomáticas con Serbia. Al día siguiente, el emperador fue informado por Berchtold, falsamente, de que los serbios habían abierto fuego sobre algunos vapores austríacos en el Danubio. Por todas las cancillerías europeas comenzaron a dispararse las alarmas. El jefe del estado mayor francés, Joffre, le comunicó al ministro de la guerra Messimy que “si tenemos que ir a la guerra, así lo haremos”.

 El 26 de julio, mientras Austria-Hungría ordenaba una movilización parcial contra Serbia, Gran Bretaña proponía celebrar una conferencia para solucionar el problema, contando con el apoyo de Francia e Italia. Al día siguiente, Alemania mostró su desconformidad a participar en dicha conferencia, mientras que Rusia apoyaba la iniciativa.

Tropas Rusas 1914
Tropas rusas movilizadas, 1914.

 Finalmente, el 28 de julio, Austria-Hungría envió la declaración de guerra a Serbia. El primer ministro serbio declaró: “Austria nos ha declarado la guerra. La nuestra es una causa justa. Dios nos ayudará”. Esa misma tarde Rusia informó a los serbios que si bien no deseaban la guerra, no abandonarían a Serbia. El 29 de julio el Zar ordenó una movilización parcial. Al día siguiente Alemania advirtió a los rusos para que detuvieran su movilización, pero ante su negativa se ordenó la movilización del ejército. El 31 Rusia ordenó una movilización general.

 El 1 de agosto, Alemania le declaró la guerra a Rusia. Francia y Bélgica ordenaron la movilización. El 3 de agosto, Alemania le declaraba la guerra a Francia y ante la negativa belga de dejarles pasar libremente por su territorio, invadían Bélgica. Debido a la violación de la soberanía belga, el 4 de agosto Gran Bretaña le declaró la guerra a Alemania. El 6 de agosto finalmente, Austria-Hungría le declaraba la guerra a Rusia, mientras que Serbia hacía lo propio con Alemania.

 La Primera Guerra Mundial había comenzado.

 

Bibliografía:

  • Hastings, Max: 1914, El año de la catástrofe. Crítica, Madrid, 2013.
  • MacMillan, Margaret: 1914: De la paz a la guerra. Turner, Madrid, 2013.
  • Parker, Geoffrey: Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010.
  • Renouvin, Pierre: La crisis europea y la Iº Guerra Mundial (1904-1918). Akal, Madrid, 1990.
  • Romero, Eladio: 1914. El atentado de Sarajevo. Laertes, Barcelona, 2011.
  • Tuchman, Barbara W.: Los cañones de agosto: treinta y un días de 1914 que cambiaron la faz del mundo. RBA Libros, Barcelona, 2012.

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