Desastre en la Frontera. El Fracaso del Plan XVII.

  Entre el 20 y el 24 de agosto de 1914 se libraron los principales enfrentamientos entre el ejército alemán y el ejército francés, con el apoyo de la fuerza expedicionaria británica (BEF en sus siglas en inglés). Fueron un conjunto de batallas libradas en las fronteras de Francia, que han pasado a la historia con el nombre de Batallas de las Fronteras. Sir Henry Wilson, segundo al mando de la BEF, escribía el 21 de agosto en su diario “Es un pensamiento glorioso y horrible el de que, antes de que termine la semana, se habrá librado la batalla más grande que haya conocido la humanidad”. En realidad cuando el general escribió estas palabras la batalla ya había comenzado, y el ejército francés luchaba duramente en Lorena, las Ardenas y en Charleroi, pero los británicos aún no entrarían en acción hasta dos días después, el 23 de agosto en Mons.

  Aunque estas batallas no fueron las más grandes conocidas por la humanidad como escribía Henry Wilson, fueron un momento decisivo que marcaron el fracaso del Plan XVII francés, y conducirían a una retirada generalizada de todo el ejército aliado que conduciría a los alemanes a las puertas de Paris.

Contraataque en Lorena

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General Edouard de Castelnau.

  La mañana del 20 de agosto, después de que los ejércitos franceses de los generales Castelnau y Dubail hubieran cumplido sus objetivos iníciales en Lorena, se lanzaron a un nuevo ataque sobre las posiciones defensivas alemanas cerca de Sarrebourg y Morhange con un resultado desastroso. El alto mando francés desconocía como de fortificadas se encontraban las posiciones alemanas, y habían calculado el tiempo necesario que necesitarían sus hombres para llegar a las posiciones alemanas bajo los disparos de sus fusiles, pero por desgracia para sus soldados no calcularon el número de disparos que los alemanes podían hacer con sus ametralladoras.

  Ese mismo día el príncipe Rupprecht, al mando del VI y VII Ejército, recibía del cuartel general de Moltke el permiso para pasar a la ofensiva y recuperar las posiciones perdidas. El primer golpe fue dirigido contra el II Ejército de Castelnau. Tras un bombardeo feroz de la artillería y un ataque a su flanco izquierdo proveniente de la guarnición de Metz, Castelnau no tuvo más remedio que ordenar la retirada hacia las posiciones defensivas del Gran Couronné.

General Auguste Dubail.
General Auguste Dubail.

  En su derecha, el I Ejército de Dubail resistía, aunque sufriendo grandes bajas, pero cuando Castelnau se retiró, su flanco izquierdo quedó desprotegido, no dejando a Joffre otra opción que ordenar a Dubail que se retirara. Durante esta gran retirada, los franceses perdieron uno 150 cañones y 20.000 soldados fueron capturados. Se desconoce el número total de bajas en ambos bandos, pero los campos de Lorena quedaron plagados de cadáveres. El poder de la estrategia defensiva y el uso de la ametralladora dejaron ver en Lorena lo que serían los siguientes 4 años de guerra.

  Rupprecht había conseguido cumplir el objetivo del contraataque que el cuartel general de Moltke le había permitido, pero ahora, veía una clara oportunidad de seguir avanzando. Solicitó permiso a Moltke para atacar la línea francesa y avanzar hasta Nancy. Aunque no estaba en los planes originales, Moltke vio la oportunidad de una victoria en el sur que permitiera a los alemanes no solo flanquear a los franceses con su ala derecha, sino hacerlo por ambos extremos como una especie de Cannae moderna, por lo que le permitió a Rupprecht seguir avanzando.

  Tras un bombardeo previo de más de 70 horas, en el que cayeron más de cuatro mil granadas, Castelnau se vio forzado a retirarse de sus posiciones para defender Nancy. Aún así, la situación de la ciudad era muy peligrosa. Se salvó de caer en manos alemanas con la llegada de Foch y su XX Cuerpo de Ejército. El general escribió: “Fui a Nancy el 21, y me enteré de que querían evacuar la ciudad. Les dije que el enemigo se encontraba a 5 días de Nancy y que el XX Cuerpo estaba allí. ¡No pasarían por encima del XX Cuerpo!”. A partir de este momento la batalla en Lorena se estancó durante los próximos días.

Desastre en las Ardenas

Batalla de las Ardenas.
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  A pesar del revés sufrido en Lorena, Joffre estaba convencido de seguir con la ofensiva, pues en eso se basaba el Plan XVII, puramente en la ofensiva, sin dejar la posibilidad de cambiar los planes y pasar a la defensiva. De hecho, debido al contraataque realizado por Rupprecht sobre Nancy y el avance del flanco derecho alemán, Joffre estaba convencido de que el centro alemán, situado en la región de las Ardenas, era la posición más débil y que sería fácilmente superado. Las Ardenas, una región llena de bosques, colinas y ríos, no era una zona adecuada para una ofensiva.

  La noche del 20 de agosto, Joffre dio la orden para que la parte fundamental del Plan XVII se pusiera en marcha. El III Ejército al mando del general Ruffey, y el IV al mando de Langle de Cary, comenzaron a maniobrar para realizar su ofensiva en dirección a las Ardenas. Mientras tanto, se le ordenaba al V Ejército de Lanzerac, más al norte, iniciar una ofensiva en dirección al rio Sambre para hacer frente al ala derecha alemana.

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Cañones franceses de 75mm.

  Para evitar que los alemanes sospecharan de una ofensiva en las Ardenas, Joffre ordenó que no se realizaran patrullas en la zona para evitar el contacto entre las infanterías y que la sorpresa fuera total. Pero en realidad tal acción provocó que la sorpresa fuera aún mayor en el bando francés. A diferencia de lo que creía el alto mando, los alemanes no disponían de unas pocas unidades en las Ardenas, en realidad su centro estaba formado por el IV y el V Ejército, a las ordenes del duque Alberto Württemberg y del príncipe heredero Guillermo de Prusia. Estos habían recibido órdenes el día 19 de avanzar sobre las Ardenas, pero como el avance de estos ejércitos debía ser más lento que el del flanco derecho, tenían más tiempo para fortificar sus posiciones esperando un previsible ataque francés.

  El 21 de agosto amaneció con una densa capa de niebla. La caballería francesa, al frente, avanzaba a ciegas. Debido a la escasa visibilidad, las formaciones de vanguardia de ambos bandos se dieron de bruces entre ellos. Rápidamente los alemanes ordenaron a sus tropas atrincherarse, mientras que los franceses, que desdeñaban esta práctica y no repartían entre sus hombres picos y palas, ordenaron varias cargas a la bayoneta que fueron frenadas en seco por las ametralladoras alemanas. Estos también sufrieron grandes bajas por los disparos de los 75 mm franceses.

  El 22, la zona amaneció completamente despejada, y los franceses ordenaron un ataque total sobre las posiciones alemanes. Miles de soldados franceses cayeron abatidos por el fuego de artillería y por las ametralladoras. Los alemanes podían elegir con tiempo su objetivo, pues los franceses iban a la guerra vestidos aún con su uniforme con pantalones rojos que los hacía destacar sobre el terreno. Dos años antes, Messimy, ministro de la guerra francés, había intentado sustituir los pantalones rojos, pero recibió una fuerte oposición incluso por un antiguo ministro de la guerra que le dijo “¡Le pantalón muge, c’est la France!”. Solo uno de los ejes de ataque francés, el llevado a cabo en Virton por el VI Cuerpo del general Sarrail tuvo cierto éxito. Al finalizar el día, miles de franceses habían caído, quedando algunas de sus divisiones completamente mermadas. Los alemanes también sufrieron numerosas bajas de nuevo gracias a los 75 franceses.

  El tercer día de la batalla, los alemanes pasaron a la ofensiva. Los franceses fueron incapaces de retenerlos y se vieron obligados a una apresurada huida, perseguidos de cerca por el ejército del príncipe heredero.

La Batalla de Charleroi

Batallas de Charleroi y Mons.
Batallas de Charleroi y Mons.

  Mientras tanto más al norte, Lanzerac y su V Ejército marchaban hacia la línea del rio Sambre con el objetivo de atacar al “grupo norte” del ejército alemán. De nuevo los cálculos del cuartel general francés estaban equivocados, creyendo que entre las trece divisiones de Lanzerac, dos divisiones de la reserva, las cinco divisiones británicas y una división belga en Namur gozarían de una superioridad numérica sobre lo que ellos pensaban era una fuerza de dieciocho divisiones alemanas. Lanzerac sabía que estos cálculos eran incorrectos, y gracias a la información que recibía de sus patrullas, conocía la presencia en algún lugar de tres ejércitos alemanes que se cernían sobre ellos. Para mayor desgracia, el 21 de agosto, cuando Lanzerac recibió la orden de cruzar el Sambre, los británicos aún no estaban en disposición de marchar y apoyarles en su izquierda, y avanzarían con un día de retraso, produciéndose así dos batallas distintas a escasos kilómetros de distancia, la de Charleroi y la de Mons.

Soldados franceses apostando una ametralladora.
Soldados franceses apostando una ametralladora.

  Lanzerac escribió a Joffre, si cruzaba el Sambre tendría que luchar solo contra las fuerzas alemanas, a lo que Joffre contestó: “Dejo a su juicio el momento de iniciar la ofensiva.” Por desgracia para Lanzerac, los alemanes no tuvieron en cuenta sus necesidades. Para el 21, unidades del II Ejército de Bülow entraron en contacto con el X Cuerpo francés que consiguió retenerlos al otro lado del Sambre. Esa noche, se oían a lo lejos los obuses lanzados por los cañones de asedio alemanes sobre Namur.

  Al día siguiente Bülow consiguió obtener dos cabezas de puente en el Sambre. A última hora de la tarde, desde el este de la posición de Lanzerac, el III Ejército alemán de Haussen había conseguido una cabeza de puente sobre el Mosa. La situación de Lanzerac se tornó muy preocupante, su ejército corría el peligro de ser destruido, y esto supondría la caída del flanco francés y la más que segura derrota de todo el ejército, por lo que el día 23, cuando los ingleses luchaban en Mons, Lanzerac ordenó la retirada: “Hemos sido derrotados, pero el mal es remediable. Mientras exista el V Ejército, Francia no está perdida.

  La última ofensiva del ejército francés había fracasado, pero la actuación de Lanzerac al ordenar la retirada, aunque mal vista por Joffre, salvó posteriormente a todo el ejército francés del envolvimiento, y otorgó el tiempo necesario para la posterior victoria en el Marne.