Passchendaele I: Flandes Una Vez Más

  A pesar de los éxitos conseguidos por las tropas británicas, canadienses y australianas en las batallas de Arras y Messines, la situación de los aliados en el verano de 1917 no era nada halagüeña: la guerra submarina sin restricciones de los alemanes empezaba a causar estragos en Gran Bretaña, los italianos eran incapaces de lograr un éxito militar contra los austrohúngaros y cada vez necesitaban de más envíos de suministros, el Estado Mayor francés aún se encontraba solventando los recientes motines de su ejército tras la debacle de la ofensiva de Nivelle, y finalmente Rusia se encontraba al borde del colapso, incapaz de emprender ninguna operación militar.

  Había un pequeño resquicio de esperanza para asestar un golpe definitivo a las potencias centrales; la reciente entrada de los Estados Unidos en la guerra del lado de los aliados fue un soplo de aire fresco para las extenuadas Francia y Gran Bretaña, pero su presencia no se haría notar hasta que comenzaran a llegar contingentes masivos de tropas a Francia. De momento los aliados occidentales seguían estando solos.

Mapa del sector de Ypres.

  Douglas Haig estaba decidido a lograr un cambio significativo en el frente occidental con la BEF, y de nuevo pretendía lanzar una ofensiva a gran escala en la zona de Flandes. Las bases de submarinos desde las que los alemanes lanzaban a sus U-boots se encontraban a unos 50 km de la línea aliada. Haig pensaba que una ofensiva a gran escala podría romper las líneas alemanas delante de Ypres, ocupar las alturas de la sierra entre Westroobeeke y Gheluvelt, avanzar en dirección norte hacia la costa flamenca y ocupar las bases de Zeebrugge y Oostende.

  Existían varias objeciones al plan de Haig. Primero, acabar con las bases navales de Flandes no acabaría con la guerra submarina, puesto que la mayoría de los submarinos partían de puertos en Alemania. Segundo, la situación del terreno era comprometedora, las tierras bajas y la destrucción de los sistemas de drenaje debido al fuego de artillería desde 1914, habían convertido el terreno en un cenagal. Y tercero, debido al propio terreno los alemanes no basaban su sistema defensivo del sector en líneas de trincheras, sino en fortines de hormigón, que podían resistir el fuego de la artillería y permitían defender el frente con menos soldados, y un elaborado sistema de alambradas. A pesar de estas adversidades y de las críticas de otros altos mandos, Pétain pensaba que el ataque “fracasaría con seguridad” y Foch lo tachó de “fútil y fantasioso”, Haig estaba resuelto a atacar, quería demostrar que la BEF podía ganar la guerra sin la ayuda del ejército estadounidense. Su principal argumento a favor para llevar a cabo la operación era el gran éxito que se había conseguido el mes anterior en Messines, el cual podría repetirse a una mayor escala para romper las líneas alemanas.

La Tercera de Ypres.

  A pesar de todas las objeciones suscitadas por el plan, tanto el alto mando británico como el gobierno dieron luz verde a Haig para que iniciara las operaciones. El ataque debía ser lanzado a finales de julio, pues a pesar de estar en los meses de verano, los informes meteorológicos auguraban un mes muy lluvioso, con escasos intervalos de un par de semanas sin lluvia.

Fortines alemanes en Flandes.

  El plan de Haig era bastante sencillo a priori, un impresionante bombardeo preliminar de 2 semanas debería destrozar las alambradas y los fortines alemanes, seguido del avance de la infantería y de los tanques, que atacarían al norte de Messines, en un frente de 30 km al noreste de Ypres, entre las localidades de Warneton y Dixmude. Haig seleccionó para la ofensiva al V Ejército del general Gough, que sería apoyado en su flanco derecho por unidades del II Ejército de Plummer, que había conducido exitosamente a sus hombres en Messines, y por unidades del I Ejército francés del general Antoine en su flanco izquierdo.

  Los objetivos para el ataque eran las tres líneas defensivas enemigas: la línea azul, a unos 900 metros de las posiciones británicas, la línea negra, a casi 2 kilómetros, y la línea verde, unos 3 km por delante de las posiciones iniciales. Debían ocuparse las alturas que dominaban ambos flancos del ataque. Las distintas formaciones de unidades saldrían en oleadas cada 4 minutos, protegidas por el fuego de artillería. Se dispusieron más de 100 tanques, y se dejaron en reserva 5 divisiones de caballería, que en la imaginería fantasiosa de Haig, podrían ser utilizadas para aprovechar las brechas abiertas en la línea enemiga por la infantería.

Tren de artillería junto a una trinchera de comunicación.

  Se trasladaron al frente más de 3000 cañones pesados y de campaña, una de las mayores concentraciones de artillería de la guerra, que durante 2 semanas antes del ataque lanzaron uno de los bombardeos más pesados de toda la guerra, con 2 millones de proyectiles. Esta descarga previa advirtió al IV Ejército alemán, a las órdenes del general Sixt von Armind, de la inmediatez de un ataque aliado en el sector de Ypres.

  El 31 de julio fue la fecha elegida para lanzar la ofensiva y dar comienzo a la Tercera Batalla de Ypres, más conocida como la Batalla de Passchendaele. Los británicos estaban a punto de volver al infierno una vez más.

Pilckem Ridge

Tres Guardias Irlandeses con corazas alemanas, observan una ametralladora alemana capturada.

  La hora fijada para iniciar el asalto fueron las 3:50 de la madrugada. En las horas previas, la artillería británica intensificó extraordinariamente el bombardeo, avisando a los alemanes de la inminencia del ataque. Cuando las tropas aliadas recibieron finalmente la orden de salir de sus posiciones en la hora señalada, el enemigo les estaba esperando.

  Los objetivos de este ataque inicial eran ocupar las alturas de Pilckem, al norte de Ypres, y las colinas de Gheluvelt al sureste, que dominaban la carretera que iba en dirección a Menin. En total 12 divisiones de infantería se lanzaron en medio de una espesa niebla para ocupar esas posiciones.

Soldados alemanes caídos. Copyright: © IWM. Original Source: http://www.iwm.org.uk/collections/item/object/205193366

  En el flanco izquierdo del V Ejército, la División de Guardias y la División 38ª, del XIV Cuerpo, junto con el I Cuerpo francés, tuvieron un rápido éxito. Los alemanes habían dejado desprotegidas sus líneas defensivas sobre el canal del Yser, y británicos y franceses ocuparon las primeras líneas enemigas con relativa facilidad, para después lanzarse sobre las colinas de Pilckem, Bixschoote y Saint Julien con el apoyo de los tanques, ocupándolas de nuevo con facilidad, y prosiguieron avanzando hasta el rio Steenbeek, a unos 3 km de sus posiciones iniciales.

  En el centro, el XIX Cuerpo atacó a la derecha de St. Julien. Su objetivo era capturar la línea negra alemana, sobre el valle del Steenbeek. La 15ª División, apoyada por tanques, logró expulsar a los defensores tras despejar varias granjas fortificadas después de duros combates. Después de consolidar sus posiciones, el XIX Cuerpo debía proseguir a través del valle y alcanzar las posiciones enemigas en Gravenstafel. En su avance se encontraron con posiciones fuertemente fortificadas y con fuego de flanqueo, pero aun así lograron ocupar posiciones en la Colina 35 y atravesar la segunda línea alemana.

Soldados británicos transportando un herido entre el barro.

 En su flanco derecho las divisiones británicas del V Ejército no tuvieron tanto éxito. El II Cuerpo británico se encontró, avanzando sobre Gheluvelt, con la principal concentración defensiva alemana. Varias unidades de las divisiones 30ª y 18ª avanzaron varios centenares de metros, ocupando posiciones en Stirling Ridge, Sanctuary Wood y Chateau Wood, pero a las 5 de la mañana la artillería alemana comenzó un intenso bombardeo en la zona que frenó todos los avances. La oscuridad además no beneficio al ataque, muchas brigadas y batallones se perdieron y al amanecer se encontraban atacando en sectores muy lejanos de los fijados. Las unidades que se fueron aglutinando frente a Gheluvelt fueron castigadas por la artillería y el fuego de enfilada de las ametralladoras alemanas, y los británicos se quedaron frenados en seco a escasos metros de su objetivo.

  Tanto Haig como Gough tenían la intención de proseguir con los ataques, pero a partir de las 4 de la tarde la lluvia hizo acto de presencia, cayendo de manera incesante, convirtiendo el terreno en un lodazal por el que los soldados no podían transitar, y donde los tanques se quedaban atascados. Todas las operaciones se vieron canceladas, y el propio Gough comenzaba a dudar de la viabilidad de la ofensiva. El corresponsal del Times y novelista John Buchan escribió: “Aun cuando se interrumpiera el 5, siguieron días de cielos sombríos, neblinas húmedas y nubes pesadas. El sufrimiento de nuestros soldados acurrucados en sus líneas improvisadas o tendidos en cráteres no puede describirse con palabras”.

Prisioneros alemanes cruzando el canal del Yser.

  El ataque había cumplido objetivos dispares. A pesar de haber conseguido ocupar las alturas de Pilckem, el fracaso frente a Gheluvelt impedía completar el avance y la conquista de la carretera de Menin. Para el 2 de agosto la lluvia obligó a frenar cualquier acción en el frente. Para entonces los aliados habían sufrido unas 30.000 bajas, cifra similar a las sufridas por los alemanes, a las que debían sumar además la captura de 6000 prisioneros.

  A pesar de los infructuosos ataques del primer día, y de la incesante lluvia que convirtió un terreno ya difícil en intransitable, Haig estaba resuelto a proseguir la ofensiva, confiaba ciegamente en conseguir una ruptura del frente si seguían presionando en Flandes.

Bibliografía:

  • Keegan, J.: The First World War. New York: Alfred A. Knopf, 1999
  • Livesey, Anthony: Grandes Batallas de la I Guerra Mundial. Editorial Optima, Madrid, 1995.
  • Parker, Geoffrey: Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010.
  • Terraine, J.:  The Road to Passchendaele: The Flanders Offensive 1917, A Study in Inevitability. London: Leo Cooper, 1977.

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