El Somme I: El Día Más Triste

 La batalla del Somme es sinónimo de lucha, de muerte, de destrucción, y sobre todo de inutilidad. Fue, junto con batallas como Verdún y Passendaele, una de las más largas y sangrientas de toda la guerra. Para la historia ha quedado el primer día de la batalla, aquel 1 de julio de 1916, uno de los días más sangrientos de la historia y el más triste en la historia de Inglaterra.

  La idea de lanzar una gran ofensiva en el frente occidental en el verano de 1916 que inclinara finalmente la balanza del lado de los aliados ya se había establecido en diciembre de 1915. El plan era lanzar una ofensiva general en todos los frentes que estrangulara a las potencias centrales, haciéndose coincidir el asalto en el occidente con una gran acción del renovado ejército ruso en el este y un ataque del ejército italiano sobre los austrohúngaros.

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El sector del Somme.

  El plan inicial anglo-francés preveía un ataque a gran escala en la zona del rio Somme, entre las poblaciones de Péronne y Gommecourt. El ataque sería llevado a cabo por 40 divisiones francesas y 25 británicas, en un frente de unos 63 km. Pero el inesperado ataque de Falkenhayn sobre Verdún cambió toda la situación, pues los franceses se veían obligados a enviar a la mayoría de sus ejércitos a defender Verdún. El X ejército francés debió retirarse de sus posiciones en el sector del Somme para acudir a la defensa a ultranza de Pétain. Debido a esto el alto mando aliado debió replantearse totalmente la situación.

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Soldados británicos del regimiento East Yorkshire marchando hacia el frente el 28 de junio.

  Durante los meses de la primavera la situación de los franceses en Verdún se encontraba en un punto crucial. Los aliados solicitaron a los rusos que lanzaran su ofensiva lo antes posible para aliviar a Francia. Aunque la ofensiva de Brusilov consiguió un gran éxito inicial, la dura lucha en Verdún obligó a los británicos a realizar un nuevo despliegue en el Somme. Mientras que en el plan inicial el peso de la ofensiva sería llevado a cabo por los franceses, ahora eran los británicos quienes aportaban el grueso de las tropas. A pesar de la situación, y de que muchos de los mandos militares, como Foch, Rawlinson o Haig se mostraban reacios a un ataque en el Somme, puesto que las fuertes defensas alemanas aquí podían darle una clara ventaja a los defensores, los líderes políticos instaron al alto mando aliado a realizar el ataque para aliviar a los franceses.

  A las pocas unidades de la BEF original que aún permanecían en Francia, llegaron los nuevos soldados del conocido como Ejército de Kitchener. La llegada de esta gran cantidad de reclutas necesitó también de un cierto número de ascensos, especialmente de generales. Se puso al mando de la ofensiva al general Douglas Haig, quien dos años antes había llegado a Francia como comandante de un cuerpo y que tras la batalla de Ypres fue ascendido a general. Una vez que sir John French regresó a Inglaterra en diciembre de 1915, Haig se hizo cargo de la BEF. Su nombramiento no fue recibido con mucho entusiasmo, muchos en el ejército y el gobierno le consideraban carente de brillantez.

Los planes de Haig.

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Foto aérea de las trincheras alemanas en Thiepval.

  Para mediados de junio Haig definió sus objetivos principales para la ofensiva, conocida entre los soldados como “el gran empujón”. Su plan, como dictaba la lógica militar del momento, consistiría en un bombardeo previo de 5 días que debía borrar la primera línea de trincheras alemana en un sector que iba desde Gommecourt al norte, hasta Chilly al sur. Se dispusieron para el ataque inicial 13 divisiones británicas, pertenecientes al  IV ejército del general Rawlinson, apoyados por divisiones del III Ejercito del general Allenby,  y el V del general Gough. Junto a los británicos se encontraban 5 divisiones francesas del VI Ejercito.

  Tras el bombardeo previo de unos 2000 cañones en un frente de 30 km, el IV Ejercito debía atacar a lo largo de un sector de 25 km entre las localidades de Montauban y Serre, apoyados por unidades del V Ejército en su flanco izquierdo, mientras que más al norte, el III Ejército de Allenby debía realizar un ataque de diversión en Gommecourt. Mientras, las divisiones francesas realizarían una serie de pequeños ataques a ambos lados del rio Somme para mantener seguro el flanco derecho británico. Una vez se consolidaran las posiciones sobre la primera línea enemiga, el IV Ejercito debería lanzarse sobre la segunda línea desde Pozières hasta el rio Ancre y luego al sur de la carretera que unía Albert con Bapaume, para después abrir brechas sobre la tercera línea alemana cerca de Flers. Para aprovechar rápidamente las brechas conseguidas, Haig dispuso 3 divisiones de caballería que deberían ocupar rápidamente esas posiciones.

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Cañones británicos de 60 libras.

  Se enfrentaban a los aliados unas 10 divisiones del I Ejercito del príncipe Rupprecht de Baviera. En este sector del frente, el terreno era en su mayoría un suelo calizo, por lo que los alemanes habían podido excavar con facilidad numerosos refugios y fuertes posiciones para las ametralladoras. Algunos de los refugios llegaban a tener unos 12 metros de profundidad.

 Haig consideraba fundamental para el éxito de la operación la velocidad de la infantería. Las primeras unidades deberían llegar hasta las posiciones alemanas antes de que estos salieran de sus refugios tras el bombardeo y ocuparan sus posiciones. Para ello, se ordenó también que la artillería bombardeara no solo la primera línea, sino también las posiciones de retaguardia para evitar la llegada de refuerzos.

  Junto con el intenso bombardeo previo se llevó también a cabo la construcción de una serie de galerías o minas que se llenarían de explosivos justo debajo de las posiciones de la primera línea germana. Algunas de estas minas tenían hasta 20 toneladas de dinamita.

El primer día en el Somme

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Los objetivos del primer día.

   A las 06:25 de la mañana del día 1 de julio, la artillería británica, que llevaba varios días castigando las posiciones alemanas, descargó una autentica tormenta de proyectiles durante unos 65 minutos. Entre las 07:20 y las 07:28 las minas fueron detonadas. A las 07:30 el ruido de los cañones cesó, era el momento acordado para que la infantería saliera de las trincheras. Pero para su desgracia el bombardeo no había conseguido sus objetivos, la mayoría de las posiciones alemanas se encontraban intactas, y el mismo ataque había puesto sobre aviso al mando alemán de en qué sector iba a llevarse el ataque. Sin saberlo, los soldados británicos estaban a punto de dirigirse al peor desastre de la historia militar británica.

   Los tommies habían recibido la orden de llevar sus equipos completos, que en  algunos casos suponía hasta 30 kg de peso, casi la mitad del peso de muchos soldados. En palabras del historiador militar Basil Liddel Hart: “Incluso a una mula del ejército, el animal de carga proverbial y natural, no se le hace llevar más que un tercio de su propio peso”. Por si fuera poco cargar con ese extraordinario peso, se ordenó a los soldados marchar en formación compacta y a paso regular (aunque es probable que si se les hubiera ordenado ir a la carrera no hubieran podido con ese peso a sus espaldas), creyendo que los alemanes habrían sido barridos por la artillería.

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Detonación de la primera mina en Hawthorn Ridge.

  En cuanto cesó el ruido de la artillería sonaron los silbatos. El capitán Wilfred Percy Neville salió de la trinchera y pateó un balón de futbol hacia tierra de nadie. El resto de los soldados comenzaron a salir de las trincheras. El peso sobre sus espaldas era tal que necesitaban ayuda para subir sus propias escaleras.

 13 divisiones del IV Ejército británico a las órdenes de Rawlinson se lanzaron desde el centro de la línea, con su objetivo puesto en la línea alemana que iba desde Serre hasta Maricourt, una cadena de colinas frente a la localidad de Albert. Mientras, las divisiones francesas atacarían por ambos lados del Somme, sobre todo en el sur, donde encontraron poca resistencia. Pero la gran debacle se producía en el sector central.

 Los alemanes, repuestos del bombardeo, y con tiempo para llegar a sus cañones y ametralladoras, vertieron una lluvia de plomo sobre los británicos. Muchos soldados ni siquiera consiguieron atravesar sus propias líneas de alambres sin ser abatidos. En la tierra de nadie, en pocos minutos el suelo se fue llenando de muertos y heridos.

La Boiselle

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Sector de La Boiselle.

  Los combates más encarnizados se desarrollaron en el sector de La Boisselle, donde las posiciones alemanas eran muy fuertes, con reductos construidos y ametralladoras ocultas en las ruinas de Ovillers y La Boiselle. Aquí, 4 batallones de fusileros de Northumberland de la 34º división avanzaron por tierra de nadie en columna y a paso pausado, siendo un blanco perfecto para los ametralladores alemanes. Los batallones 24º, 26º y 27º intentaron sobrepasar las líneas alemanes al sur de La Boiselle. Salvo algunos pequeños éxitos, las unidades británicas fueron frenadas en seco. Se estima que, al cabo de 10 minutos, cerca de un 80% de los soldados de la izquierda británica habían causado baja. Al finalizar el día, la 34º división perdió a más de la mitad de sus hombres.

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Highlanders de la 7ª división en tierra de nadie cerca de Mametz.

  Mientras, al sur de la carretera Albert-Bapaume, entre la localidad de Montauban y el rio Somme, consiguieron realizarse mejores avances que en el norte, ya que las posiciones alemanas aquí no estaban tan defendidas. Dos divisiones del 13º cuerpo consiguieron ocupar Montauban y Mametz. En ese sector los objetivos fijados para el primer día fueron en su mayoría cumplidos, y al sur del rio, los franceses conseguían avanzar más de lo previsto. Pero los informes del flanco izquierdo cada vez eran más preocupantes. A las 08:30, apenas una hora del inicio de la batalla, Rawlinson estimaba que había sufrido unas 30.000 bajas, lo que no evitó que se lanzaran más tropas al ataque.

  Cuando cayó la noche, casi 20.000 soldados habían muerto, y unos 35.000 habían resultado heridos. Casi 60.000 bajas en cuestión de horas, la mitad de las fuerzas iniciales. Los servicios médicos británicos, que no esperaban semejante situación, no podían atender a todos los heridos.

   En este primer día de la batalla, las 6 divisiones alemanas se habían hecho con la victoria, consiguiendo frenar en seco a unas fuerzas muy superiores. Las ametralladoras habían cumplido su trabajo. En cuestión de horas, y minutos, familias, pueblos enteros, habían perdido a toda su juventud. A pesar de esto, la obstinación de Haig hizo que se siguieran mandando más hombres al matadero. La sangría del Somme no había hecho más que comenzar.

Bibliografía:

  • Gilbert, Martin: La batalla del Somme. La batalla más sangrienta de la Primera Guerra Mundia. Ariel. Barcelona 2009.
  • Livesey, Anthony: Grandes Batallas de la I Guerra Mundial. Editorial Optima, Madrid 1995.
  • Middlebrook, Martin . The First Day on the Somme. Penguin Books. London, 1971.
  • Parker, Geoffrey: Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010.