Verdún II: ¡Ni un paso atrás!

  Durante la última semana de febrero de 1916, los empujes del V Ejército alemán hacia Verdún se fueron debilitando ante el número de bajas sufridas y la ausencia total de reservas. El comandante del ejército, el príncipe Guillermo, llegaría a escribir más tarde que a pesar de haber conseguido romper la resistencia francesa, y de tener la ciudad a pocos kilómetros, la ausencia de reservas, y el cansancio de sus hombres, hizo imposible conquistar el objetivo.

  Los hombres del V Ejercito se habían batido incesantemente durante más de 5 días sin haber podido parar apenas para descansar. Los informes de la inteligencia alemana informaban del gran número de bajas que los franceses estaban sufriendo, pero ignoraban o desdramatizaban el cada vez más creciente número de sus propias bajas. La situación de los franceses era igualmente angustiosa, a pesar de haber superado el desconcierto inicial.

Pétain toma el mando.

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Henri Philippe Pétain, retratado como mariscal en 1926.

  El 25 de febrero el alto mando francés decidió que Verdún debía ser defendida a ultranza, por lo que el general Castelnau envió al II Ejército francés al frente, y nombró a su comandante en jefe, el general Henri Philippe Pétain, defensor del sector de Verdún. Pétain, nacido en 1856, había ascendido muy lentamente dentro del ejército por su poco disimulado desdén hacia los políticos franceses y por criticar abiertamente la “ofensiva a ultranza” de los altos mandos. Entre 1914 y 1915 se distinguió primero en Bélgica, donde fue ascendido a general, y luego en la ofensiva de primavera de Champagne de 1915, al frente del II Ejercito.

  A su llegada a Verdún, Pétain tenía claro cuáles eran sus objetivos y sus prioridades: reforzar y reordenar la línea defensiva, mejorar el sistema de suministros hacia el frente, y, sobre todo, tranquilizar y levantar la moral de los defensores de Verdún, para hacerles saber que la situación en la que se encontraban pronto estaría bajo control. Pétain estaba decidido a frenar a los alemanes en Verdún, como demuestra su Orden General n.º 1: “La misión del II Ejercito es detener, a cualquier precio, los esfuerzos enemigos en el frente de Verdún. Cada vez que el enemigo nos arrebate una parcela de terreno, se llevará a cabo un contraataque inmediato.”

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Principe heredero Guillermo.

  Las primeras ordenes de Pétain para mejorar la situación fue racionalizar las líneas defensivas de trincheras, reocupar y rearmar los fuertes exteriores que habían sido vaciados, así como solicitar la llegada de refuerzos y especialmente de piezas de artillería. El general estaba convencido de que únicamente con el uso de la artillería conseguiría ganarse la batalla. Concentro la mayoría de las piezas en las alturas que se encontraban en la orilla oeste del Mosa, donde los alemanes habían decidido no atacar al considerar que podrían batir esas posiciones una vez ocuparan las alturas de la otra orilla. Desde esa posición, la artillería francesa comenzó a castigar duramente el flanco alemán.

  Una de las principales preocupaciones de Pétain era la moral de sus soldados. Necesitaba que los “poilus” recuperaran su determinación. Para ello, ideó un sistema de rotaciones para que los soldados no permanecieran en las líneas del frente hasta que se agotaran física y mentalmente. Esto supuso que prácticamente la totalidad del ejercito francés (se estima que alrededor del 75%) pasara al menos una vez por el infierno de Verdún. Louis Barthas, en sus Cuadernos de Guerra, escribió: “Se acepta Verdún como una píldora amarga que hay que tragar.

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La Voie Sacreé.

  Otra de sus preocupaciones eran los suministros. El bombardeo alemán había destruido prácticamente todos los enlaces ferroviarios con Verdún, por lo que el transporte de suministros debía hacer por carretera. Pétain ordenó mejorar la única carretera que conectaba Verdún con Bar-le-Duc, que se encontraba a 48 km al sur. Se destinaron grupos de trabajo para ensanchar la carretera hasta los 6 metros para permitir el paso de los camiones, y para arreglar los socavones provocados por el constante paso de materiales y los proyectiles alemanas. Con el tiempo esta carretera pasaría a conocerse como La Voie Sacrée, la Vía Sacra. Durante la primera semana de marzo más de 190.000 soldados franceses la recorrerían para llegar al frente. A lo largo de toda la batalla, unas 50.000 toneladas de material se transportaban cada semana, por medio de 3000 camiones que durante día y noche transitaban la carretera, a razón de uno cada 14 segundos. Un corresponsal de guerra estadounidense escribió: “La visión de la batalla de Verdún que pervivirá siempre en mi memoria es la de la carretera cubierta de nieve y hielo… llena constantemente con dos columnas de camiones… Durante muchas horas de la noche, he observado las apagadas luces de todos esos camiones que se arrastraban de norte a sur como una interminable serpiente gigantesca.” Para su mantenimiento constante se dispusieron más de mil hombres con grandes cantidades de materiales a lo largo de todo el trayecto. Se calcula que durante los 10 meses que duró la batalla, se emplearon más de 700.000 toneladas de material para mantener la carretera en buen estado. Todo en Verdún fue de proporciones gigantescas.

Nueva ofensiva alemana.

  A finales de febrero la situación del V Ejercito era angustiosa, seguían atacando las defensas francesas en la orilla este, pero a un ritmo mucho más lento y sufriendo bajas ante un enemigo dispuesto a defender cada centímetro de terreno. A esto debe sumarse el constante ataque de la artillería francesa que Pétain había ordenado situar en las alturas de la orilla oeste del Mosa, sobre su flanco derecho.

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Posiciones en la orilla occidental del Mosa.

 Por esta razón, los mandos del V Ejercito presionaron a Falkenhayn para que les permitiera lanzar un ataque sobre las colinas de la orilla oeste. Ante la situación, el propio Falkenhayn se planteó si debería poner fin a la ofensiva, puesto que, aunque se estaba desangrando al ejercito francés, los informes de las bajas alemanes comenzaban a aumentar de manera considerable. Algunos de los mandos del ejército alemán, especialmente el general Schmidt von Knobelsdorf, jefe del Estado Mayor del príncipe heredero, exhortaron a Falkenhayn de seguir atacando, argumentando que si se estaba consiguiendo el objetivo de desgastar al ejército francés, debía proseguirse con el ataque. Finalmente permitió que se extendiera el ataque a la otra orilla del río Mosa.

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Soldados franceses del 87º regimiento en la cota 304.

  Se preparó el asalto para la primera semana de marzo. Los objetivos principales del ataque alemán serían las posiciones francesas que se encontraban en dos colinas, la cota 304, y la colina con el irónico nombre de Mort Homme (Hombre Muerto). También se atacarían el Bois de Cumières y la cota 205. Se concentraron para el asalto unas 800 piezas de artillería pesada, y a los 3 principales cuerpos del V Ejercito se sumaron otros 3 cuerpos de la reserva, el 5º, el 6º y el 15º. El ataque, planeado por el general Heinrich von Gossler, se diseñó en dos fases, una primera, el 6 de marzo, destinada a capturar la cota 265 y el principal objetivo, la colina de Mort Homme, y una segunda fase para el 9 de marzo que debía conquistar las posiciones de Avocourt y la cota 304.

  El 6 de marzo fue la fecha elegida para comenzar el ataque sobre Mort Homme. Las 800 piezas de artillería descargaron una tormenta de fuego de unos 4 millones de proyectiles. Tras el bombardeo los alemanes se lanzaron al ataque sobre el Bois de Corbeaux y Mort Homme, pero a diferencia de lo ocurrido en febrero, el equilibrio de fuerzas estaba más parejo, y la artillería francesa contestó duramente sobre la infantería alemana. Ambos bandos sufrieron un enorme número de bajas, los alemanes atacaban incesantemente y los franceses se negaban a ceder una sola pulgada.

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Situación del frente el 31 de marzo de 1916.

  Para el 14 de marzo, tras una serie de incesantes ataques, los alemanes habían conseguido ocupar el Bois de Corbeaux, Cumières, Chattancourt y varias posiciones en Mort Homme. Comenzaron a trasladar piezas de artillería bajo un fuego constante de los cañones franceses, para proseguir con la segunda fase del ataque. Durante los días siguientes los alemanes lanzaron los ataques con el principal objetivo de capturar la colina 304, pero los éxitos conseguidos fueron limitados.

  El 20 de marzo, unidades del 11º regimiento bávaro ocuparon algunas posiciones francesas en el Bois de Malancourt y el Bois d’Avocourt, y el 22, dos divisiones atacaron Termite Hill, cerca de la cota 304, pero su avance se vio frenado en seco por un nutrido fuego de la artillería francesa. El número de bajas alemanes crecía enormemente, especialmente bajo el eficaz fuego de los cañones franceses. El 30 de marzo finalmente von Gossler consiguió expulsar a los franceses de Bois de Malancourt, a los pies de la cota 304, pero esta acción costó miles de bajas alemanas.

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Memorial en la colina de Mort Homme.

  Hasta el momento la ofensiva en Verdún había costado a los alemanes alrededor de 80.000 bajas, una cifra escalofriante. Falkenhayn volvió a plantearse si era sensato continuar con la ofensiva, pero el alto mando del V Ejercito seguía decidido a continuar con el ataque, reclamando un mayor número de refuerzos. Del mismo modo, las palabras pronunciadas por el Káiser el 1 de abril, en relación a Verdún, que debía ser el lugar donde a sus ojos se decidiría esta guerra, no ayudaron a la decisión de Falkenhayn.

  Ante la insistencia del mando del V Ejercito, Falkenhayn les replicó que, a diferencia de los franceses, ellos no tenían reservas de material y de hombres suficientes para remplazar todo lo que se estaba perdiendo. Finalmente se decidieron por un último ataque, que se centraría de nuevo en la orilla este del Mosa, con el objetivo de ocupar los fuertes que se encontraban próximos a Verdún. Si dicha operación fracasaba, Falkenhayn estaba decidido a poner fin de una vez por todas a la ofensiva.

Bibliografía:

  • Desperta Ferro Contemporanea Nº 13,  «Verdún, 1916». Desperta Ferro Ediciones, Madrid 2015.  ISSN 2340-8820.
  • Jankowski, Paul: Verdún 1916: Cronica de la batalla más celebre de la Primera Guerra Mundial.
  • Livesey, Anthony: Grandes Batallas de la I Guerra Mundial. Editorial Optima, Madrid 1995. ISBN 84-95300-26-5.
  • Parker, Geoffrey: Historia de la guerra. Akal, Madrid, 2010. ISBN 84-460-2560-3.